domingo, 24 de abril de 2011

De pasiones

Termina ya la Semana Santa. Semana de pasión para muchos, sobre todo, para los que quieren mantener la línea y no ven ante sus ojos más que delicias propias de unas fechas que, a nivel religioso, incitan a la reflexión y a buscar en el interior respuestas, mientras que la gastronomía nos abre unas vías maravillosas para disfrutar de algún que otro pecado capital. ¡Qué contradicción!.
En la cultura española, cada cita festiva, vacacional o tradicional tiene sus homólogos gastronómicos. En un post anterior ya hablé de la cocina navideña; ahora la Semana Santa también nos abre las puertas a ciertas tradiciones gastronómicas ineludibles. Desde las famosas y reconocidas torrijas, pasando por el potaje de garbanzos o el tradicional bacalao, llegamos al Domingo de Resurrección donde es tradicional, en muchas casas, comer lechazo asado. Sin olvidarnos de las famosas monas de Pascua que han dado el salto a toda la geografía nacional.
¿Cuál es el origen de esta tradición culinaria? No soy historiadora pero imagino que algunos de los platos que han llegado hasta nuestros días vienen de tiempos en los que no era fácil conseguir buenos alimentos todos los días y había que echar imaginación a lo que quedaba en la despensa de casa. A todo esto se unen unas costumbres religiosas que han marcado mucho el devenir de la gastronomía, sobre todo, durante la Cuaresma.
En cualquier caso, lo que nos queda es disfrutar de estos manjares gastronómicos, último capricho, antes de empezar, con fuerza, la tan consabida operación bikini o bañador de cara a la próxima cita: el verano que, ineludiblemente, también tiene su tradición gastronómica propia que no nos libera de la gula.

No hay comentarios:

Publicar un comentario