sábado, 7 de mayo de 2011

De la buena alimentación

Una de las primeras necesidades que tenemos al nacer es la de alimentarnos. Buscamos el líquido que nos una a la vida, bien con la lactancia natural o con la artificial, movidos por una especie de reloj interno que nos indica qué momento es el óptimo para comer y vivir. Puro instinto de supervivencia.
Esta reflexión surge después de haber tenido a mi hija, María. En sus diez días de vida, ya demuestra maneras y genio cuando quiere comer. No respeta tiempos y busca a su madre como su salvadora que es para que la matenga unida a este mundo a través del alimento.
Desde el mismo momento en que salimos del útero materno, necesitamos comer. Conforme vamos creciendo nos van educando el paladar con los primeros productos que podemos digerir. Más adelante, somos nosotros mismos los que decidimos qué preferimos para alimentarnos y buscamos complementar esa necesidad vital con otros elementos que satisfacen nuestros sentidos y nuestra gula. Vamos más allá del comer para vivir, y empezamos a investigar en qué carne, pescado, vino, fruta o verdura nos satisface más y convertimos ciertos caprichos en necesidades que vamos incorporando a nuestra vida de forma paulatina y determinante.
Esta educación alimentaria está ahora más sobrevalorada que en décadas anteriores en las que la gastronomía no estaba tan de moda como ahora. La evolución hace tiempo que llegó a la gastronomía y ¡bienvenida sea! porque nos ha permitido descubrir sabores y texturas que nos han abierto a nuevos mundos llenos de emociones y sensaciones.
Si desde que nacemos comenzamos a aprender, a paladear, no debemos dejar de hacerlo nunca, porque descubriremos nuevas formas y culturas que nos van a enriquecer y a despertar ciertos sentidos que, de otra forma, tendríamos dormidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario