miércoles, 23 de marzo de 2011

¿Cómo podemos ser así?

La naturaleza humana es muy curiosa. En ocasiones, creemos que estamos en posesión de la verdad absoluta y así consideramos que tenemos la potestad de criticar lo que hacen los demás, sin importarnos el esfuerzo que puede haber detrás de este trabajo.
A lo largo de la historia, todos los oficios y profesiones y personajes han sido objeto de crítica. Pero no es lo mismo tener capacidad crítica para discernir que ser críticos.
Los profesionales de la gastronomía también se ven sometidos a los ojos de los críticos que luego publican sus opiniones y lo peor es que esas críticas, en muchos casos sangrantes, no sólo pueden dañar la imagen de un profesional sino que puede acabar con su medio de vida.
Imagino que todos sabemos de lo nuestro y somos lo suficientemente humildes como para saber cuándo hacemos bien o mal un trabajo, es ahí donde debemos ser críticos. Pero los críticos o expertos, ¿Sólo saben de críticas o han pasado tiempo entre fogones o sufriendo el calvario de ver un comedor vacío?.
Cabe recordar a los afectados que el trabajo de los críticos sólo refleja una opinión personal y, como tal opinión, puede estar equivocada y no corresponderse con lo que piensa la clientela habitual, aunque, por desgracia, hacer pública la opinión del crítico puede restar ingresos en la caja a fin de mes.
Lógicamente, cuando una crítica es positiva hay quien ya ve las estrellas y los soles sobrevolando su cabeza. Pero tampoco hay que confiarse con estas opiniones positivas porque son "burbujas que suben y después se van" como decía una canción de Mecano.
No soy quién para dar consejos a los profesionales de la cocina que son objeto de críticas porque, en mi trabajo, como el resto de los mortales, también cometo errores que son objeto de opiniones encontradas pero hay que saber asumirlos e intentar que no vuelvan a suceder. Creo que esta reflexión deberían hacerla también aquellos que valoran y juzgan el trabajo de los demás.