viernes, 10 de junio de 2011

De recuerdos

Hoy me ha dado por recordar y hasta mi mente han llegado Eugenio y Seri del Mesón de la Villa, en Aranda de Duero. Hace ya unos años, fui hasta Aranda para realizar un reportaje ya que ellos cumplían cincuenta años de matrimonio unidos siempre al negocio hostelero en la capital de la Ribera. El encanto, la picardía y el buen humor de Eugenio se complementaban a la perfección con la amabilidad, sinceridad y cariño de Seri, tanto dentro como fuera de los fogones.
Gracias a este reportaje, auspiciado por mi buena amiga Nuria Peña, conocí a dos personas entrañables que supieron llevar un negocio, con cabeza, hasta convertirlo en referente de la buena cocina arandina. Durante las horas que pasé con ellos, me agasajaron no sólo con su compañía sino también con una comida que tardaré en olvidar: buenos entrantes, entre ellos, unas almejas sorprendentes y un lechazo asado excepcional, de postre, una buena tertulia en la que surgieron mil y una anécdotas sobre quiénes habían pasado por el restaurante, pero eso queda en el cofre de los secretos de esta periodista.
Poco después falleció Eugenio, pero sé que Mariví, sobrina de Eugenio y Seri, está haciendo que este restaurante, emblema de los buenos asadores arandinos, mantenga su calidad y su encanto siempre con Seri supervisando todo. Desde aquí quiero rendir un pequeño, pero muy sentido homenaje, a quienes han hecho del buen trabajo su motivo vital; gentes como Eugenio y Seri que, a lo largo de su vida, sólo han procurado buscar el bienestar de los demás a través de la buena comida. Estas personas han sentado las bases de buena parte de la gastronomía burgalesa y de su posición en el panorama nacional.

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