miércoles, 14 de abril de 2010

De cómo una comida agradable se puede estropear

En los últimos meses mis viajes se han reducido y, por tanto, mis posibilidades de comer o cenar fuera de casa. El domingo fue el día elegido para celebrar una reunión familiar fuera de Burgos, el restaurante elegido una Trattoria. La cita era de lo más agradable, comer en una terraza con muy buena compañía y mejor temperatura. Pero, poco a poco, lo que empezó de forma agradable se fue torciendo, la lentitud a la hora de servir los platos desbarató mi apetito. En el restaurante no había mucha gente por lo que la lentitud se hacía más incomprensible. Al final, lo que me alegró el día fue el postre.
En todas las entrevistas que he realizado para la revista Siburita, los grandes chefs han asegurado que para tener una comida o cena agradables, no sólo basta con que los platos, el vino y el local sean de calidad, sino que también el servicio tiene que estar a la altura de lo que esperan los comensales. En la experiencia que viví yo, el servicio es lo que falló, mientras que la comida, el ambiente y la compañía estuvieron a la altura de lo que yo esperaba. El fallo cometido en esta Trattoria, me va a impedir volver a él.
La crisis económica nos está afectando a todos y es, en estos momentos, cuando hay que "echar el resto" para conseguir clientes y satisfacerlos. El más leve fallo va a impedir que el cliente vuelva porque, precisamente, los clientes, cada día somos más exigentes.

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