viernes, 9 de diciembre de 2011

De comidas de empresa y demás citas

Estas fechas son las más indicadas para la celebración de comidas y cenas de empresa, reuniones familiares, fiestas de jubilación y de todas aquellas con los motivos más peregrinos pero que provocan que nos unamos en torno a una mesa para compartir buena comida y buenos vinos. No nos podemos olvidar de las comidas familiares pero en estas si algo sale mal, deberemos hablar con el suegro, la cuñada o el hermano.

El objeto de atención de esta nueva entrada en el blog es hacerles partícipes a ustedes, queridos seguidores, de qué no debemos consentir en ninguna de las reuniones que celebremos en un restaurante u hotel. Cada vez que acudimos a una de estas citas, vamos con cierto recelo por los compañeros o jefes que acuden aunque, por lo general, suelen ser bastante cordiales; lo peor puede llegar a suceder no con los compañeros de mesa, sino con el lugar escogido. Si el precio ya está cerrado y no decidimos cambiar de vino o de platos mientras nos los ofrecen, no deberíamos pagar más; para eso ya está pactado y hemos elegido esa opción por su relación calidad-precio. Respecto al vino, tengo un amigo que es un tanto picajoso y pide siempre que le dejen la botella sobre la mesa para poder beberlo, si le gusta, o para despreciarlo, si no es de su agrado; eso de que le ofrezcan sólo tres copas, no va con él. Lo normal es que nos dejen la botella y no nos conformemos con lo que nos sirvan los camareros/as; salvo, claro está, que, en el precio pactado previamente, se incluyan sólo tres copas de vino por comensal.

Si estas situaciones no han provocado que nos vayamos del restaurante poniendo una queja en la hoja de reclamaciones, puede hacerlo el que el café tenga cierto retrogusto a rancio o que seamos conscientes de que el servicio que recibimos no se corresponda tampoco al precio que hemos pagado.

Todo esto que les cuento sucede de vez en cuando porque todos nos ponemos de acuerdo en celebrar las mismas cosas en los mismos días y en los mismos sitios, lo que hace que el agobio del personal de los establecimientos de hostelería se multiplique hasta el infinito. Pero esto no debe ser excusa para nadie, ni para ellos, ni para nosotros. Ellos saben que si ofrecen calidad en el más amplio sentido de la palabra tendrán nuestra fidelidad de por vida y, tal y como están las cosas, no pueden permitirse el lujo de perder ni un solo cliente.

1 comentario:

  1. Algo de eso me pasó a mi hace unos días, y lo peor es que el restaurante-hotel lleva en su nombre incluido Burgos; menos mal que había poca gente de fuera de la capital, ya que la imagen fue penosa, y el café con leche cortada ; ruego a los dioses no tener que volver nunca mas allí, ni atado.
    Rafa

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