Hace unas semanas hemos conocido que, según la revista
Restaurant, Elena Arzak es la mejor cocinera del mundo. Ante todo, mi más
sincera felicitación a Elena por seguir innovando en la cocina y por mantener viva
la tradición familiar. Pero ante este premio, surgen otras cuestiones. Es
verdad que en la cocina profesional hay muy pocas mujeres visibles y son los
hombres los que mandan en los fogones de los grandes restaurantes y es que los
hombres han hecho una profesión de una actividad cotidiana que, durante siglos
y siglos, han hecho las mujeres en sus casas. ¿Por qué pese a que la mujer se
ha incorporado al mercado laboral con normalidad desde hace varias décadas, no
ha llegado a triunfar de la misma forma que los hombres en el mundo de la
gastronomía? Hay quien dice que esto se debe a la maternidad que sí que pasa
factura a las mujeres, mientras que la paternidad, al parecer, no causa el
mismo efecto en los hombres.
En los
últimos años son muchas las mujeres que llegan a las distintas escuelas de
formación en hostelería pensando en un futuro como grandes cocineras con
Estrellas Michelín o reconocimientos como los que concede la revista
Restaurant. Afortunadamente, no se van a encontrar con las barreras que han
tenido que superar sus predecesoras y van a poder seguir los pases que ya han
dado grandes maestras como Elena Arzak o Carme Ruscalleda que brillan su luz
propia, pese a todo.
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